Un espacio expositivo situado en medio del entorno rural del Berguedà, el Museo Colonia Vidal, apuesta por la mejora de la movilidad, las energías renovables y la captura de CO2. Estas iniciativas son posibles gracias a la recaudación derivada de la venta de entradas a los visitantes; una evolución lenta pero segura, hacia el turismo sostenible.
Este antiguo recinto industrial ha apostado, en primer lugar, por dar un paso adelante en la movilidad; una acción que no es nada fácil en los entornos rurales, alejados de los grandes servicios de transporte público urbanos.
Así, pusieron en marcha una campaña para llegar a la colonia de forma sostenible. De entrada, adaptaron el horario de las visitas de los fines de semana a la frecuencia de las líneas regulares de autobuses de la comarca, para permitir la llegada a los visitantes.
Además, facilitaron a los turistas que se alojaban en casas rurales, información sobre la red móvil de taxis impulsada por el Berguedà y también datos detallados de dónde se encuentran los puntos de recarga para aquellos que viajan en vehículo eléctrico.
Recuperación de las antiguas turbinas hidroeléctricas
Un hecho inusual es que decidieron aprovechar una ventaja que tenían como antigua colonia: las turbinas. Consiguieron llegar a un acuerdo con el propietario para mantenerlas en funcionamiento. De este modo, el consumo eléctrico del espacio industrial del museo se basa en la energía hidráulica.
Y no solo eso, la entidad ha optado firmemente por la iluminación natural de los espacios, que llega a cubrir hasta un 80 % del espacio expositivo. Dado que es un museo vivo, aprovechan así la concepción de este recinto a finales del siglo XIX, cuando se trabajaba con luz de día.
Evidentemente, hay determinados objetos expuestos, sobre todo los más delicados, que se iluminan artificialmente y se conservan en determinadas condiciones. Pero la apuesta por la luz natural es tan radical que, prácticamente, solo ofrecen visitas por las mañanas, y también han reducido el acceso de los visitantes en invierno.
Finalmente, la última de sus grandes acciones en sostenibilidad es el jardín vertical con hiedras, unas plantas que son grandes consumidoras de CO2 y, para vivir, solo necesitan aguas pluviales.
En resumen, se trata de iniciativas dimensionadas a las posibilidades de este museo, un espacio privado que se mantiene gracias a las aportaciones de los visitantes y que no puede hacer frente a grandes inversiones estructurales.
La entidad, eso sí, valora muchísimo el papel de Biosphere, ya que, gracias a la certificación, se fijan en aspectos que tenían olvidados y que son difíciles de percibir cuando están inmersos en el trabajo del día a día.
El hecho de tener el compromiso con Biosphere les ha obligado a exprimirse el cerebro, esforzarse y acabar llegando a acciones sostenibles que no comporten un gran gasto de capital, un ejemplo de cómo la inventiva puede ser una gran aliada para colaborar en la sostenibilidad.