El Castell de la Pobla de Lillet, el Berguedà
Una fortaleza del año 1297 llena de paneles solares... Esta es la combinación innovadora que ha transportado el Castell de la Pobla de Lillet, en el Berguedà, desde su pasado medieval hasta el mundo de las renovables del siglo XXI. Una casa rural muy especial surgida a raíz de la iniciativa personal de Montse y Álvaro, que han conseguido hacer revivir estas paredes con tanta historia de forma sostenible y apoyando el desarrollo local. Para ello, además de ofrecer servicios de spa o de show-cooking, impulsan acciones respetuosas con el entorno para que el visitante tome conciencia del territorio en el que se encuentra.
La joya de la corona del castillo es el espectacular campo solar térmico de 22 metros cuadrados de la cubierta que suministra agua caliente al edificio y que se emplea tanto en los radiadores como en los jacuzzis que utilizan los visitantes. Además, pusieron en marcha también un sistema de domótica que posibilita su gestión energética.
Cada estancia de la fortaleza está sectorizada y cuenta con su propio termostato. Esta tecnología les permite disponer de mucha información al momento y gestionar la energía que captan con eficacia directamente desde el teléfono móvil. Así, no malgastan ni una caloría de las que generan.
Y es que, en un espacio tan grande, se agradece cualquier ayuda. Así, si los sensores captan que una habitación está fría, quizás simplemente se han dejado la ventana abierta o es posible que se haya producido alguna incidencia con los radiadores.
Una intervención selectiva en un patrimonio protegido
Incorporar estas instalaciones al Castell de la Pobla de Lillet no fue sencillo. Se trata de un edificio declarado bien de interés cultural, lo que los obligó a respetar los elementos arquitectónicos que se encontraron. Un patrimonio de una magnitud tal que no es fácil de captar desde el exterior; un mundo de piedra donde los bloques tallados por los picapedreros están presentes en todas partes.
A pesar de las dificultades que presentaba un edificio con tanta historia, supieron ver que la fortaleza era un diamante en bruto. Y después de todos los diferentes usos que había tenido a lo largo del tiempo, pasando por distintas manos, decidieron devolverle su aspecto más original llevando a cabo una verdadera rehabilitación selectiva.
La única intervención relevante que realizaron fue la construcción de un tejado, pero con el resto de los elementos se mantuvieron fieles a sus usos primigenios. Como las enormes paredes de 60 centímetros de grosor que tan solo sanearon, dejándolas prácticamente en su estado originario. Y, de hecho, energéticamente, esas paredes los ayudaron mucho a retener el calor; el propio edificio los impulsó a ser más eficientes.
El castillo también tiene particularidades a las que se han tenido que adaptar. Su enorme tamaño lo convierte, en el ámbito de gestión de temperatura, en un gigante. Cuesta calentarlo y lo hace muy lentamente, pero una vez coge inercia térmica, se puede conseguir una buena calidez que se mantiene durante horas.
Una recuperación patrimonial que se ha realizado a conciencia y que está impresa en el ADN de la empresa. Así, han puesto en marcha también otras iniciativas que les hacen avanzar en la sostenibilidad.
Hoy en día, el resto de energía eléctrica que utilizan proviene de una cooperativa especializada en energías renovables. La gestión integral de los residuos o la colaboración con productores locales son otros ejemplos de iniciativas que ha iniciado gracias a la ayuda del programa Compromiso por la Sostenibilidad Turística Destino Barcelona Biosphere. Una apuesta que los viajeros responsables valoran y premian con su fidelidad.
Está claro que gestionar un castillo supone un esfuerzo extra: un mantenimiento diario que se tiene que añadir a las innumerables tareas que implica un alojamiento rural. Pero es precisamente el edificio lo que da alma al negocio, lo que lo hace diferente. El castillo y toda su historia que quieren salvaguardar para el futuro.