Los sistemas de aprovisionamiento de alimentos resilientes en el ámbito local son la única garantía para seguir comiendo productos de calidad. Esta es la premisa de Slow Food Barcelona, una entidad nacida en Italia a mediados de los años ochenta que se ha convertido en un estándar del movimiento mundial que defiende la soberanía alimentaria.
El origen de Slow Food se encuentra en la sociedad gastronómica romana que se puso en pie de guerra cuando quisieron abrir un restaurante de fast food en la piazza di Spagna. Ahora, casi dos décadas después, se ha convertido en un movimiento de base con sedes en todo el mundo, como en Barcelona, donde la entidad ha arraigado con fuerza.
Uno de sus proyectos más representativos es Arca de Gust. Se trata de una recopilación de alimentos tradicionales que en algún momento han estado en riesgo de extinción, pero que han conseguido salvarse gracias a la apuesta de los productores: judía del ganxet, malvasía de Sitges, espigall del Garraf, tomate Mandó de Collserola y muchos otros.
El secreto para preservar todos estos productos ha sido la implicación y la alianza de campesinos y chefs con la restauración responsable, que ha hecho de altavoz para estos productos que otorgan personalidad y originalidad a la carta. Al mismo tiempo, benefician al campesinado, que acaba teniendo en chefs fieles una caja de resonancia para la difusión de estas variedades.
Alimentos con personalidad
Todo esto tiene el objetivo de luchar contra el monocultivo y la sobreexplotación que abusa de los pesticidas. La diversidad de variedades que promueve Slow Food la ejemplifican con las manzanas Biolord del Solsonès, un tipo de manzana de montaña pequeña y fea, con puntos derivados de la lucha natural de la planta contra los parásitos, que han conseguido tener salida gracias a que los campesinos se han cooperativizado.
Además, participan en el Mercado de la Tierra, uno de los grandes proyectos de Slow Food Barcelona, que en el 2025 cumplirá una década. La feria de productores locales tiene lugar cada sábado en las Tres Xemeneies y consta de una veintena de comerciantes que ofrecen alimentos de kilómetro cero a precios muy razonables.
Y no solo da salida al producto local, sino que lucha para que los puntos de venta del campesinado familiar sean reconocidos con una normativa propia, diferente de la de los mercados municipales, que contemple la fragilidad de los productos ecológicos.
Estas reivindicaciones se llevan a cabo de una manera lúdica, con calçotades, carxofades y barbacoas. Se trata de un espacio de convivencia que se ha convertido en una referencia para la vida del barrio y que quiere atraer también a turistas y al vecindario proveniente de otras regiones.
Finalmente, la tercera gran iniciativa de la entidad es la Barcelona Slow Food Guide, una guía que da a conocer a visitantes y locales un centenar de establecimientos de la ciudad que apuestan por los alimentos de kilómetro cero. Pokes, brunch, pizzerías, cocina tradicional... todo tipo de restaurantes que comparten una visión común: apuestan por la sostenibilidad tanto en el ámbito del producto local como en el de cuidar al personal.
En definitiva, Slow Food Barcelona es una antena local de un movimiento global que, trabajando en red con otras entidades, ha impulsado la soberanía alimentaria. Porque se puede conseguir ser ecológico y, al mismo tiempo, competitivo y moderno.