Continuar una tradición que está a punto de acabarse. Esta fue la motivación de Maria Costa para recuperar el antiguo oficio del escuadrador (escairador en catalán), el molinero que saca la cáscara de los cereales, una actividad casi perdida en el Berguedà, pero que su padre todavía conservaba.
Dicho y hecho. De una vida centrada en la realización y producción audiovisual y museográfica, ámbito en el que ha trabajado diecisiete años, Maria decidió embarcarse en este proyecto de preservación del patrimonio.
“Vivía en Barcelona, pero cada vez estaba más en contacto con el Berguedà”, relata. Después de un tiempo de transición trabajando en una empresa de proyectos culturales del Bages, por fin hizo el cambio definitivo.
“Lo que me empujó a tomar esta decisión fue que mi padre no quería dejar de hacerlo”, recuerda. Y es que la suya era una de las pocas familias que todavía hacían funcionar un molino de piedra tradicional en la comarca.
“Quedaban tres o cuatro molinos en uso, pero era anecdótico. Eran abuelos quienes los llevaban”. Esta afición del abuelo como jubilado había sembrado la semilla de la tradición en Maria.
“Nunca te planteas que esto se acabe”, nos dice, “lo teníamos muy interiorizado en casa”. El vínculo emocional con esta actividad y el hecho de que había una cierta demanda en el ámbito local que no era cubierta por suficientes productores fueron los factores que impulsaron el proyecto.
Un oficio perdido, patrimonio de la comarca
El Escairador nació a finales del año 2017 para preservar variedades de cereales tradicionales y también el oficio de molinero escuadrador. Es una iniciativa que está estrechamente ligada con la recuperación del patrimonio.
“Mi padre había restaurado un molino de piedra del siglo XIX”, indica. “Y no queríamos volver a detener unas piedras que había costado tanto recuperar. Lamentábamos que se perdiera”.
Y es que, tal como relata Maria, el Berguedà es una comarca llena de “cadáveres industriales”. “Después de un siglo XX esplendoroso, a mediados de los noventa todo se cerró”. Esta decadencia ha tenido una influencia directa en las pocas oportunidades laborales de las que dispone la gente de la comarca, que no tiene más remedio que marcharse para ganarse la vida.
“La gente de nuestra generación apreciamos mucho el territorio, pero todos nos buscábamos la vida fuera de la comarca”, lamenta. “Por militancia, tenemos que intentarlo revertir. No podemos esperar que lo haga otro”.
Este activismo en favor del territorio se percibe en la manera como se ha construido el proyecto del Escairador, que ha apostado por recuperar la actividad molinera en un espacio rural tradicional, una finca agrícola que era de autoconsumo y una antigua granja que estaba en desuso.
“Habría sido más fácil ir a una nave industrial”, reconoce Maria. Pero con un optimismo indestructible habla de retos y no de problemas. “Logísticamente, tiene muchos retos, como trabajar la tierra para que no se convierta en una selva”, se enorgullece. “Pero también es muy agradecido ver solo campo y bosque desde la ventana del obrador”.
El trabajo del Escairador ya empieza a dar sus frutos con la recuperación de variedades de cereales tradicionales que estaban en peligro de extinción. “Tenemos un maíz que solo se encuentra en el Berguedà, que se tiene que hacer en un molino de piedra, ya que, tradicionalmente, se come como una palomita en la escudella”.
Los hitos que ha conseguido ya han sido galardonados oficialmente con el Premio PITA 2020, en la categoría Joven Emprendedor Innovador, por recuperar y preservar variedades tradicionales de cereales y la molinería artesanal, un reconocimiento a la cantidad de trabajo que desempeña Maria.
“Hay días que te tiras de los pelos, pero vale la pena”, explica. “Hemos sacrificado ganancia económica, pero emocionalmente nos aporta mucho”. Militancia y romanticismo para recuperar espacios en la comarca y dar oportunidades a las nuevas generaciones.